divendres, 7 de març del 2008

Año 0. Día XXV

Hace mucho que no resumo lo acontecido en los días de huelga (¡y ya va un mes y una semana!). Y lo hago conscientemente. Los motivos me los guardo para evitar desmovilizar a nadie, pero hoy no puedo callarme.

Esta mañana en asamblea se adoptó la medida de iniciar una “caja de resistencia” así como otras medidas a realizar el próximo lunes. Todo ello fruto de lo decidido y ya cerrado y acordado en una asamblea previa de los afiliados y simpatizantes de uno de los sindicatos de la plataforma unitaria.

Se rompe así el criterio básico de que las actuaciones se decidan por el comité de huelga compuesto por los 4 sindicatos para dejar que solo uno de ellos tome el mando sin contar con los demás. Si luego los actos no son secundados por otras fuerzas sindicales que a nadie le extrañe. Más si la “efectividad” de lo propuesto es cuestionable.

Por cierto, ¿alguien me explica porque podemos votar todas estas medidas sin el consenso de los sindicatos y en cambio no podemos votar si queremos seguir en huelga o no? ¿lo normal no sería preguntar primero si seguimos y luego lo que hacemos?

En fin, no quiero calentarme más y me centro en lo que me ha hecho volver a escribir: poner estas cifras en la mesa:

  • 1 000 funcionarios de justicia en baleares.
  • Según el criterio de algunos, para que la huelga sea un éxito (y por eso no paramos) se necesita al menos del 50 % del personal en huelga (500 funcionarios)
  • Cada día de huelga nos sale a una media de 50 euros de descuento.
  • Cada día por los 500 necesarios son 25 000 euros.

¿Has pensado en lo que se puede recaudar cada día para que la caja no sea una estupidez? Los 25 000 euros. Lo dudo.
¿Un 50 %? Son 12 500 euros. Lo dudo.
¿Unos 10 euros por funcionario? Son 5 000 euros. Lo dudo.
¿Un euro por funcionario para tomarnos un café? Son 500 euros diarios, casi 3000 euros por semana. Lo dudo.

¡¡¿Es que nadie se da cuenta de lo absurdo de dejar 5 euros en la caja?!! ¡Y ya sería un donativo de la leche!

Siempre he pensado que el deber fundamental de un representante público, de un delegado sindical, es no mentir. Explicar la realidad en su faceta buena pero también en la mala y permitir que la madurez de cada cual le permita tomar sus decisiones. No soporto a aquellos que me tratan como un niño incapaz de razonar. Por eso prefiero pensar cada propuesta y no dejarme llevar por el calenton del momento, asumiendo que esto puede ser inpopular.

Por cierto, si alguien me echa en cara la típica preguntita de ¿entonces tu que harías? Respuesta: sentarme a negociar de una vez y dejar el orgullo en la puerta. Gritos y corazón en las calles, diálogo y razón en las mesas.

Reir o llorar