De algo tan simple, aquellos más implicados en la lucha sindical deberíamos debatir (al menos internamente) sobre muchos problemas ocultos en la pregunta:
En primer lugar, debemos plantearnos si es cierto que no existen diferencias entre los distintos sindicatos. ¿Los delegados del Sindicato X pueden irse al sindicato Y sin que a nadie le extrañe? ¿Puede negociarse que el máximo dirigente de un sindicato pase a dirigir el rival? Es decir, ¿nos extrañaría que de repente Zapatero, Chacón, Montilla, Antich pasasen a ser diputados del PP?
La existencia de distintas opciones sindicales solo encuentra su justificación si existen diferencias en el modo de actuar y en la prioridad que se da a las reivindicaciones formuladas. De lo contrario solo propiciarían la división de lucha sindical por espúreos fines electoralistas.
Descartada la segunda opción (si la aceptamos tendríamos que cerrar el chiringo e irnos a casa) cabe analizar cual es el modus operando que caracteriza a cada sindicato y cuales son sus reivindicaciones máximas por las que lucha y a las que dirige sus actos.
Aquí, en teoría, se empiezan a hacer visibles ya las diferencias. Una de las características que nos diferencian de otros sindicatos de clase y que definen a la UGT de las últimas décadas es su capacidad negociadora centrada en la consolidación del Estado democrático tras largos años de dictadura y en garantizar la consecución de los avances socio-laborales instaurando un clima de diálogo con la patronal y el Estado. Conciencia de “hombre de Estado” que le llaman.
A diferencia de otras opciones corporativas, lo hacemos siempre desde la concepción de ser un sindicato de clase por lo que los beneficios particulares e individuales de un colectivo o empresa deben siempre sopesarse por el interés de todos los trabajadores. Pensemos en la necesidad de cerrar un astillero en Cádiz o Galicia, o aceptar llevarse una empresa del sector aéreo de Mallorca a Barcelona a cambio de salvar cientos de puestos de trabajo, o parar una huelga en Justicia antes de que se extienda por toda AGE.
Por desgracia y según como actuemos y expliquemos nuestras decisiones, estas dos notas pueden ser positivas y un haber en nuestra política sindical o un lastre que nos arrastre a la pérdida sistemática de confianza entre los trabajadores. Ello es así porque mientras nosotros firmábamos los pactos de la Moncloa y aceptábamos difíciles acuerdos otros se aprovechaban de ello y nos llamaban vendidos. Y digo aprovechar porque por un lado conseguían los beneficios sociales transaccionados gracias a nuestra firma y por otro demagógicamente afirmaban que si no se cediese se conseguirían muchos más objetivos. Y esto es algo que se repite a lo largo de casi todos los conflictos laborales: aquellos que van de más radicales calientan motores a la espera de que otro sindicato representativo firme para echarle mierda encima mientras se apuntan el tanto de todo lo bueno conseguido y culpan de lo no logrado a los demás. Y así ha sido, así es y así será.
El problema con los corporativos es si cabe más evidente. Sirva de ejemplo la negociación de un ERE en una empresa como Futura, Spanair o Nissan. Como sindicato se actúa en defensa de todo el colectivo, buscando la mejor manera de evitar la destrucción de empleo. Frente a ello podríamos tener un sindicato de pilotos, de limpiadores o de insertadores de motores que tal vez prefiriesen la destrucción absoluta de la empresa y la recolocación de sus defendidos en otras entidades vía acuerdo Gobierno-Empresas del sector.
Llevándolo a Justicia, imaginemos que surge un sindicato de Gestores que vistas sus competencias empiezan a exigir un incremento salario y un cambio en las relaciones laborales acordes con su categoría de A2, y separándose con ello de las reivindicaciones del resto de funcionarios. Algo que por cierto ya sucede con el cuerpo de Secretarios Judiciales.
Que decirles a estos trabajadores que ven como sus condiciones laborales mejoran en los planteamientos de los corporativos mientras nosotros les exigimos que se sacrifiquen por el bien de todos.
Supongo que hasta aquí podemos estar más o menos de acuerdo. Como ponerle soluciones a lo malo y resaltar lo bueno es algo en lo que discreparemos más. Desde mi punto de vista la superación de estos lastres pasa por replantearnos:
- Que somos
- Como nos ven desde fuera:
Como nos ve el colectivo de trabajadores a los que nos dirigimos.
Como nos ven otros agentes con los que interactuamos (sindicatos, patronal, administraciones).
Como nos ve la ciudadanía.
- Como nos vemos desde dentro:
Que imagen/conocimiento tienen nuestros afiliados.
Que concepción tienen nuestros delegados.
Que concepto de organización tienen nuestros dirigentes.
Una ardua tarea interna que creo no puede esperar más.
Es fundamental remarcar nuestro carácter reivindicativo y transformador y la fuerza de la negociación colectiva a la hora de solucionar/anticiparnos a los conflictos socio-laborales, explicar a los compañeros que su sindicato no es un mero gestor administrativo sino que negocia y desarrolla aspectos que a priori no afectan a su más estricto día a día laboral pero sí condicionan el total de su vida (desde la lucha contra la jornada de 65 horas hasta la negociación del sistema de pensiones).
Debemos ser capaces de entender que antes que mineros, funcionarios, peones, enfermeros… somos trabajadores. Y entender también que los tiempos revolucionarios de toma de fábricas han dejado paso a las mesas de negociación (nos guste más o menos). Es en una mesa donde se decide nuestro futuro y para conformarlas es fundamental el voto en cada elección sindical. El voto sigue contando y es imprescindible para seguir avanzando.
Apartarnos de la imagen de los sindicatos como meros “administradores” será el primer paso para superar esa pregunta de ¿qué me aportas? y cambiarla por el tradicional slogan de únete y participa porque tu apoyo es fundamental para el cambio. Ha de quedar claro que no somos una simple asociación sino un Sin-di-ca-to.
Pero ojo, para lograrlo no podemos quedarnos en las cómodas sillas de oficina y en reuniones de ejecutivas. Es prioritario profundizar en la necesidad de una mayor participación y movilización democrática de las secciones sindicales (por lo general silenciadas, desmovilizadas y aisladas), ya que estas deben ser la base real de la actuación sindical que legitime a sus delegados y presione a su patronal para la consecución de acuerdos en las mesas.
Y de esto último todos somos culpables. Es habitual quejarse de la falta de democracia interna, pero siempre referida a órganos superiores. ¿Y nosotros?
Si somos capaces de definirnos y de extender la necesidad de movilización, participación y lucha entre nuestros afiliados, daremos un paso fundamental para transformar al “afiliado tranquilo” en el “militante activista” consciente e informado de la realidad en la que se mueve. Que todo aquel que quiera pueda ser actor y no mero público.
2 comentaris:
Ya sabes, el follonero de siempre, está muy bien lo de movilizatnos, ser militantes activistas y todo eso, pero cuando estás tocando con la punta de los dedos una cosa por la que llevas luchando 2 meses y te quitan unos paniaguaos el caramelo de la boca, eso jode mucho.
Y otra cosa el día que vayan a reivindicar Gestores, Tramitadores y Agentes judiciales cada uno por su sitio nos dan todas las ostias en el mismo lado.
Seguiré dando el follón si me dejas
Un saludo.
Jajaja, no me rio por el comentario que es muy serio, pero si por el punto sarcástico.
Es muy bueno, ¿cuantos lo pillarán?.
PD: lo dificil no es lo que yo te deje a ti, sino ver lo que me dejan a mi antes de qune algunos se enfaden y me hagan elegir entre prosperidad y libertad. Visto el nombre de mi blog ese día igual me dedico a dejar trozos de pan mojado para atraer palomas y bueyes a los que echar el lazo con una buena cuerda. (esto es ya para "pofesionales")
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