dissabte, 6 de desembre del 2008

Pasaje de "Demian"

Así era yo en el fondo. ¡Yo, que despreciaba a todo el mundo! ¡Yo, que sentía el orgullo de la inteligencia y compartía los pensamientos de Demian! Así era yo: una infame basura, borracho y sucio, asqueroso y grosero, una bestia salvaje dominada por horribles instintos. Este era yo, el que venía de los jardines donde todo es pureza, luz y suave delicadeza, el que había disfrutado con la música de Bach y los bellos poemas.

Aún me parecía escuchar con asco y con indignación mi propia risa, una risa borracha, descontrolada, que brotaba estúpidamente a borbotones. Así era yo. A pesar de todo, constituía casi un placer sufrir estos tormentos. Había vegetado tanto tiempo, ciego e insensible, y mi corazón había callado tanto tiempo, empobrecido y arrinconado, que esta autoacusación, este horror, todo este sufrimiento espantoso del alma, eran un alivio. Eran al menos sentimientos, sentimientos ardientes en los que latía un corazón. Desconcertado, sentí en medio de la miseria algo así como una liberación y una nueva primavera.

Sin embargo, visto desde fuera, iba yo decididamente cuesta abajo. La primera borrachera dejó pronto paso a otras nuevas. En nuestro colegio se iba mucho de juerga a las tabernas, y yo era uno de los más jóvenes entre los asiduos. Pronto dejé de ser considerado como un chiquillo al que se tolera y me convertí en un cabecilla, famoso y atrevido cliente de las tabernas. Volvía a pertenecer por completo al mundo oscuro, al demonio; y en ese mundo me consideraban un tipo sensacional.

Reir o llorar