divendres, 15 d’agost del 2008

Lecturas estivales (III)

Hace unas cuantas semanas las organizaciones sindicales y movimientos sociales de izquierdas de media europa ponían/mos el grito en el cielo por la aprobación de la directiva que facultaba y daba cobertura legal europea a una jornada laboral de 65 horas.

Por desgracia los argumentos que se empleaban para su crítica no dejaban de ser, cuanto menos, pueriles. Durante este tiempo ha faltado mucha labor doctrinal y docente entre las capas menos avanzadas de los trabajadores y que de realizarse, sin duda, propiciarían una mayor contundencia y agitación social que antes o después desembocaría en la primera gran Huelga General de los países europeos.

Información + Agitación + Organización de la movilización = triunfo de la Huelga


La carencia de uno solo de estos sumandos o su aplicación en un orden diferente supone el fracaso de la huelga.
Uno de los motivos oficialistas para no profundizar en la explicación pasa por el craso error de considerar que los trabajadores no tienen tiempo para escuchar en una asamblea de una hora el por que de las cosas. Se dice que vivimos en una sociedad de la inmediatez donde lo que se salga de una consigna publicitaria ya no tiene sentido.

Falso! Ese es el analfabetismo que se nos inculca pero que en cada crisis socio-laboral es desmentida por los propios compañeros. Valga de ejemplo mi propio caso en el sector de Justicia: nunca tanto ni tan bien quisieron estar informados los trabajadores como cuando empezaron a recibir "toda" la información durante la huelga indefinida de Feb-Mar 08. ¡Ojo! un exceso de información acaba generando falsas noticias y por ello es esencial establecer unos cauces de información sindicato-afiliados adecuados, permanentes y operativos (pero esto es ya teoría de Organización y excede esta entrada).

Si esta ausencia de voluntad por saber de la que gratuitamente se acusa a millones de ciudadanos es la versión oficialista para no realizar campañas de información sobre las 65h, no menos relevante es un motivo de fondo que no se nos puede pasar por alto a poco que recapacitemos: ¿en base a que argumentario criticarían los grandes líderes sindicales este aumento de jornada? ¿en qué se sustentaría para defender su radicalismo en contra?

La única respuesta honrada a la que pueden llegar nuestros compañeros de la Dirección es asumir que en el fondo de sus planteamentos está, ha estado y estará el Socialismo, y que la lucha que ahora mantenemos es la misma que tuvieron nuestros antecesores hace cientos de años y que tras largos y en ocasiones fraticidas debates (la división de la izquierda de hoy no es tampoco nada nuevo), les permitió llegar a conclusiones aplicables a nuestros días y que les otorgaban una fuerza teórica que unir a la superioridad física de millones de trabajadores frente a miles de patronos.

Estaba claro que teoría y praxis tenían que ir de la mano. Tal vez sea momento de desempolvar viejos volúmenes y empezar a releerlos (al menos entre aquellos dirigentes sindicales llamados a movilizar a miles de trabajadores). Supongo que sobra decir que tales lecturas no lo son de textos sagrados, sino de meros puntos de apoyo a nuestros argumentarios, armas en nuestras manos sin las cuales muchos andan desnudos sin saber que dirección tomar.

A quien le interese la selección de hoy esta sacada de "El Capital", obra que no recomiendo ya que otros textos son mucho más sencillos y adecuados para un primer acercamiento, pero que tienes párrafos interesantes como el que sigue:


Limites de la Jornada de Trabajo

Hemos partido del supuesto de que la fuerza de trabajo se compra y vende en su valor. Este valor, como el de toda mercancía, está determinado por el tiempo de trabajo necesario para su producción.

Habiendo comprado el capitalista la fuerza del trabajo en su valor diario, ha adquirido, por consiguiente, el derecho de hacer trabajar al obrero durante todo un día. Pero ¿qué es un día de trabajo?.

La jornada de trabajo varía entre límites que imponen, por una parte, la sociedad, y por otra, la naturaleza. Hay un mínimo,que es la parte de lajornada en que el obrero debe trabajar necesariamente para su propia conservación; en una palabra, el tiempo de trabajo necesari, hasta el cual no consiente descender nuestra organización social, sustentada en el sistema de producción capitalista. En efecto, descansando este sistema de roducción en la formación de plusvalía exige cierta cantidad de sobretrabajo. Hay también un maximum que los límites físicos de la fuerza de trabajo -el tiempo forzosamente consagrado cada día por el trabajador a dormir, a comer, etc- que la naturaleza no permiten rebasar.

Estos límites son por sí mismos muy elásticos. De todos modos, un día de trabajo es menor que un día natural. ¿En cuánto? Una de sus partes está bien determinada, por el tiempo de trabajo necesario; pero su magnitud total varía con arreglo a la magnitud del sobretrabajo.

Cada comprador procura sacar del empleo de la mercancía comprada el mayor partido posible, y en este mismo sentido obra el capitalista comprador de la fuerza del trabajo, que tiene un móvil único: acrecentr su capital, crear plusvalía, absorber todo el sobretrabajo posible.

Por su parte, el trabajador aspira, con razón a no gastar su fuerza de trabajo sino en los límites compatibles con su duración natural y su desarrollo normal. Sólo quisiera gastar cada día la fuerza cuyo gasto no perjudique a su cuerpo. Hay pues, derecho contra derecho, ambos igualmente sustentados en la ley que regula el cambio de mercancías. ¿Quién decide entre dos derechos iguales? La fuerza. He aquí por qué la reglamentación de la jornada de trabajo se presenta en la historia de la producción capitalista como una lucha entre la clase capitalista y la obrera."


El problema es que muchos niegan que seamos una clase social. Lamentablemente mientras no seamos capaces de reconocer que las 65h son simplemente un ataque a nuestra propia existencia, un órdago a favor de la explotación de los trabajadores, poco podremos hacer.

Lamentablemente también, la Historia se muestra tozuda y repetitiva, y nos ha enseñado que cuando no hacemos frente con fuerza y contundencia a tales ataques, pronto otros más graves caerán sobre nuestras cabezas.
Retomando esta "vieja" lectura me asalta una duda: ¿no teneis la sensación de que aquellos encargados de guiarnos, desde hace décadas lo único que escriben son panfletos publicitarios y cartas de bienvenida? ¿No deberíamos exigir a nuestros líderes un poco más de liderazgo? Sino, ¿por qué son Secretarios Generales?

Reir o llorar