dijous, 15 de gener del 2009

E.R.E.

Las tareas sindicales nos provocan a algunos la gran satisfacción y resposabilidad de poder influir y mejorar en las condiciones laborales de cientos de compañeros.

Lamentablemente, en determinadas situaciones la capacidad de actuación de un delegado sindical se encuentra excesivamente delimitada por el marco legal, procedimental y jurisprudencial. Sería fantastico poder decirle a los compañeros que si la caja del jefe tiene dinero y ellos no cobran, la abran y se lo lleven, o que en vez de un mes de vacaciones tienen mes y medio porque se lo merecen por su esfuerzo diario.

Pero no podemos. Lo que sí podemos y debemos hacer es llevar al máximo las justas reivindicaciones y tratar de influir y negociar aquellas normativas y convenios que han de ser mejorados o cuyo articulado no compartimos.

Por desgracia, aquellos supuestos en los que resulta más frustrante no poder romper las normas de juego (ya no somos revolucionarios tomando el control de las fábricas) y en los que más duramente trabajamos para lograr las máximas mejoras posibles; suelen ser también supuestos donde muchos compañeros enfadados con la injusticia de la situación cargan contra sus delegados (con mayor o menor razón dependiendo del caso) al no poder hacerlo contra el mercado capitalista en el que viven o contra el sistema financiero que conformamos o contra las lentas normas que tenemos que aplicar.

Ejemplo paradigmático pueden ser los E.R.E´s que invaden la geografía del país. Creo que es indiscutible que muchas empresas se amparan fariseicamente en la crisis para justificar despidos alegales e ilegales recubiertos por la legitimidad del ERE y la necesidad de evitar un mal menor. Creo que en este tema las centrales sindicales están siendo demasiado blandas, ¿pero que sucede con el delegado que negocia con la empresa X perdida en una pequeña localidad y que no sale en los informativos? ¿cómo afrontan estos compañeros la dificil tarea de saber que su capacidad para negociar días de indemnización está limitada y en el 99% de los casos no podrá satisfacer las peticiones de organizaciones demagógicas que solo saben protestar?

Pues en más de un caso serán atacados, se les llamará vendidos y se cuestionará si los principios de su actuación son justos o en beneficio propio. ¿Qué hacer en tal caso? Simple y llanamente, actuar siempre guiandote por lo que consideras correcto, por lo que puede beneficiar al colectivo e intentar explicarlo respetuosamente, sin engaños ni mentiras, ni mucho menos vendiendo humo o apuntándose tantos que nada tienen que ver con la realidad.

Las tareas públicas nos provocan satisfacción a todos aquellos que creemos en el ejercicio y en la lucha por los derechos sociales, por los derechos civiles pero en no pocos casos, tal exposición ´nos somete al escarnio público, a la humillación de la deslegitimación provocada por aquellos arrivistas a los que nada importa o influye el prospero progreso constante y continuado y por ende irreversible de nuestros derechos y siguen buscando el aplauso fácil, la risa del pedo y la carcajada de la tarta en la cara.


El trabajo es arduo, intenso y a veces agotador; con momentos horribles de desasosiego, de cansancio, de decepción, de incomprensión e incredulidad por la inutilidad que para algunos (propios y ajenos) tienen nuestros actos; pero al ver la cara de una persona que se ha quitado la venda, que ya no ve sombras sino realidades, uno recuerda porque hacemos lo que hacemos.


PD: al abrir esta entrada, mi intención era redactar algo totalmente a lo arriba escrito pero sin darme cuenta y casi sin pensar, algo me ha obligado a lanzar estos párrafos. Hoy más que nunca se escribe con el corazón y no con la razón.

Reir o llorar