
Poner en común con gente de otros ámbitos laborales como nos afectan determinados problemas a los jóvenes me ha servido para llegar a unas conclusiones sobre las que no puedo dejar de escribir y que sin duda pivotan sobre la problemática de la precariedad laboral.
Precariedad que sufrimos tanto los jóvenes empleados por la empresa privada como en las AA.PP. como confirman los siguientes datos del
Consejo de la Juventud: el 63,4% de los jóvenes que trabajan para la Administración son temporales mientras que en la privada la cifra baja a los 50,6%. Mención muy especial merece el caso de la mujer en el sector público ya que para ellas la temporalidad alcanza el 72,7%.
Esta temporalidad en la Administración se agrava para los Jóvenes ya que en multitud de ocasiones para acceder a un puesto público uno de los criterios que se muestra más decisivo es la puntuación derivada de la antigüedad. Requisito infranqueable para un colectivo que está iniciándose en el mundo laboral.
Conseguido un puesto los problemas no cesan, ya que ha sido parecer unánime entre los compañeros el afirmar la compleja situación en que nos encontramos durante las primeras semanas de trabajo (si tenemos suerte de lograr un curro que dure más de 1 mes), en las que los contratadores no nos facilitan una formación adecuada para llevar a cabo nuestras funciones.
Aterrizamos en un centro de trabajo y dependemos en su totalidad de la buena voluntad de nuestros compañeros para enseñarnos como hacer esto o aquello, lo que no provoca en nosotros más que sensación de incapacidad y frustración pudiendo llegar a cuadros de ansiedad y depresión.
Sentirnos culpables no es una opción y menos si para contratarnos el empresario ha echado mano de los contratos en prácticas para evitarse gastos.
Corremos además el riesgo (evidenciado en la práctica diaria) de intentar compensar esa falta de preparación con un trabajo a destajo, sin ser capaces de dosificar nuestros esfuerzos ni discriminar cuales son nuestras funciones y cuales no, olvidando que trabajamos para poder vivir y no al revés. Acaso baste con mencionar la palabra becario para hacernos una idea de a que me estoy refiriendo.
Ante esta situación cabría quien afirmase: ¡si estás tan mal, déjalo! Por desgracia la lucha por la emancipación que caracteriza esta etapa de nuestras vidas hace que muchos compañeros acepten condiciones laborales esclavistas a cambio de esos euros que nos acerquen a una vivienda.
Este miedo a perder el empleo es más que comprensible visto lo barato que es eliminar a un joven de la ecuación. En el peor de los casos para un empresario, el despido improcedente, poco le repercute cuando llevas un par de meses en la empresa.
Esta panorámica de joven temporal, angustiado por la falta de preparación, cargado con los trabajos que nadie más quiere en la empresa y haciendo más horas de las permitidas agrava en mucho los riesgos laborales. Si bien es cierto que según cifras del
I.N.S.H.T. los índices de mortalidad en el trabajo se dan más en un ámbito poblacional cercano a los 50 años, no lo es menos que son los jóvenes entre 16 y 29 los que más padecen accidentes laborales de menor intensidad.
Relajamos demasiado el control en las medidas de seguridad bajo la idea de que somos jóvenes y podemos con todo. Esta temeridad en ámbitos como la construcción o el tratamiento de residuos tóxicos (por poner dos ejemplos) tiene consecuencias evidentes que ni me paro a comentar.
Fortalecer la obligatoriedad de la formación en prevención de riesgos laborales es un compromiso que deberíamos asumir desde ya.
En el caso de la juventud esta formación debería reforzar los métodos de lucha contra los riesgos psico-sociales, como las agresiones, o el estrés creado, por poner un ejemplo, por la falta de respeto y desprecio por nuestro trabajo que muchos clientes/usuarios nos hacen sentir por el mero hecho de ser jóvenes.
Mucho ha sido ya el rollo que he soltado pero no quiero finalizar sino afirmando que es obligación de los sectores más avanzados ideológicamente el apoyar y reforzar entre los jóvenes la necesidad de participar del mundo sindical: ayudarnos a conocer nuestros derechos y obligaciones y a entender que trabajar no es un premio que nos concede el capitalista. No olvidemos que en cuanto pudiese nos cambiaría por una máquina que no pierda el tiempo yendo al baño. Nuestra fuerza para luchar está en la Unidad.